sábado, 2 de enero de 2010

DE LO AGRIDULCE...






Hoy, dos de enero, aprovechando que el sol se había vestido de primavera, Conchi, mi mujer y compañera y yo, hemos atravesado volante en mano, casi dos provincias andaluzas. Una, Córdoba, la otra, la vecina Sevilla. Ambas en común la belleza de sus campiñas, la riqueza de sus tierras y el afán de sus gentes laboriosas. Pero también los lodos que cubrían sus carreteras tras tantos días de lluvias impetuosas que nos han estado visitando.
Sin embargo, en Puente Genil, Córdoba, todo eran sonrisas. Esperanzas. Vida. Una pequeña niña que hace pocos días vino a este mundo, preciosa, tan preciosa como chiquitilla. Ver la cara de la niña, ver la cara de la madre mientras la amamantaba, ver la cara de la abuela mientras la achuchaba era el mejor cuadro que un pintor pueda imaginar. Es el misterio de la vida que nunca nos deja inamovibles y siempre nos alegra.
En Marchena, provincia de Sevilla, el cuadro era bien distinto. La madre de una buena amiga está terminando sus días y ya le quedan muy pocos. Eso sí, con la mirada y las atenciones de toda su familia, estos últimos momentos al menos son más cálidos.
Es lo agridulce de esta vida. La luz y las sombras. La esperanza y el adiós definitivo y en ambos momentos hay que estar. Los dos los vivimos, unas veces más cerca, otras más lejanos, pero van llenando la secuencia de instantes que es nuestra vida.